"Me acordaré de mi pacto." (Génesis 9:15)
Cuando Noé hablaba de la lluvia venidera, ésta era un símbolo del juicio de Dios.
Pero después del diluvio, Dios dijo: "Nunca más." (Génesis 9:15 NVI) y añadió: "Se dejará ver mi arco en las nubes. Y entonces me acordaré de mi pacto con vosotros, y no habrá más diluvio de aguas para destruir." (Génesis 9:15).
Desde ese momento, la lluvia se convirtió en un símbolo de bendición en la Biblia: "Os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Malaquías 3:10).
¿Tienes miedo de que el sufrimiento del pasado vuelva a aparecer?.
Tranquilo, persevera en tu camino con el Señor, quien prometió: "Nunca más". Cuando Dios usa algún suceso de tu vida -el cual podría haberte destruído- para desarrollar tu carácter, miras hacia atrás y puedes decir con el salmista:
"Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos" (Salmo 119:71).
Sin tribulaciones, no podrías haber aprendido ciertas cosas: por ejemplo, que las presiones pueden crear en ti una pasión para buscar más intensamente a Dios; o el poder de tus oraciones; o cómo Dios puede actuar en medio de la adversidad; o que cuando te vio llorar, tus lágrimas le fueron tan preciosas que las recogió y guardó en su redoma (véase Salmo 56:8); o que el ángel del Señor te protegió cuando el enemigo quería derribarte (véase Salmo 34:7); o que Dios no necesito a nadie para apoyarte y bendecirte, y te sacó de aquella situación difícil; y todo porque vio el arcoíris y se acordó de su promesa.
martes, 24 de mayo de 2011
¿Qué haces haciendo de maestro?
Cuando intentamos seguir los caminos del Señor, nos exponemos, muchas veces sin ser conscientes, a multitud de obstáculos, y algunos de ellos son muy difíciles de detectar.
Uno de los obstáculos que, apenas sin darnos cuenta, pueden ser piedra de tropiezo para cada uno de nosotros es la soberbia, y es que cuando aconsejamos a un hermano acerca de cuál es el camino que debe seguir, o le hablamos acerca de la palabra, debemos hacerlo con un espíritu de humildad, mirándole a los ojos, y con mucho amor, de lo contrario, quizás el consejo se convierta en "dar una lección", como si nosotros fuésemos unos maestros.
La Palabra nos advierte de ello:
"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación." (Santiago 3:1)
Que nuestros consejos y reflexiones para con nuestros hermanos, no se conviertan en lecciones, como si fuésemos maestros, ya que el ser maestro y enseñar, no depende del "querer ser maestro" de cada uno, sino que el enseñar es un don celestial, y unicamente puede ser dado por el poder del Espíritu Santo:
"Tenemos pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría." (Romanos 12:6-8)
Cada vez que des un consejo, asegúrate de que lo dices con humildad, de que no buscas tener razón, sino que hablas conforme a la Palabra y de acuerdo a la Palabra.
Y si cuando das un consejo, te das cuenta de que estás actuando conforme a tu voluntad y con tus palabras, tratando de convencer al hermano, en vez de aconsejándolo, arrepiéntete ante el Señor, ya que has caído en la tentación de "querer ser maestro", te has enaltecido, y arrepintiéndote, podrás volverte a levantar.
Dios es el único digno de gloria, dejemos que Él, mediante su Palabra, guie nuestros caminos, y no nosotros mismos, con nuestra interpretación de la Palabra y nuestras opiniones. No nos hagamos maestros, quizás no sea nuestro don.
Uno de los obstáculos que, apenas sin darnos cuenta, pueden ser piedra de tropiezo para cada uno de nosotros es la soberbia, y es que cuando aconsejamos a un hermano acerca de cuál es el camino que debe seguir, o le hablamos acerca de la palabra, debemos hacerlo con un espíritu de humildad, mirándole a los ojos, y con mucho amor, de lo contrario, quizás el consejo se convierta en "dar una lección", como si nosotros fuésemos unos maestros.
La Palabra nos advierte de ello:
"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación." (Santiago 3:1)
Que nuestros consejos y reflexiones para con nuestros hermanos, no se conviertan en lecciones, como si fuésemos maestros, ya que el ser maestro y enseñar, no depende del "querer ser maestro" de cada uno, sino que el enseñar es un don celestial, y unicamente puede ser dado por el poder del Espíritu Santo:
"Tenemos pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría." (Romanos 12:6-8)
Cada vez que des un consejo, asegúrate de que lo dices con humildad, de que no buscas tener razón, sino que hablas conforme a la Palabra y de acuerdo a la Palabra.
Y si cuando das un consejo, te das cuenta de que estás actuando conforme a tu voluntad y con tus palabras, tratando de convencer al hermano, en vez de aconsejándolo, arrepiéntete ante el Señor, ya que has caído en la tentación de "querer ser maestro", te has enaltecido, y arrepintiéndote, podrás volverte a levantar.
Dios es el único digno de gloria, dejemos que Él, mediante su Palabra, guie nuestros caminos, y no nosotros mismos, con nuestra interpretación de la Palabra y nuestras opiniones. No nos hagamos maestros, quizás no sea nuestro don.
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