martes, 24 de mayo de 2011

Dios no olvidará su promesa

"Me acordaré de mi pacto." (Génesis 9:15)

Cuando Noé hablaba de la lluvia venidera, ésta era un símbolo del juicio de Dios.
Pero después del diluvio, Dios dijo: "Nunca más." (Génesis 9:15 NVI) y añadió: "Se dejará ver mi arco en las nubes. Y entonces me acordaré de mi pacto con vosotros, y no habrá más diluvio de aguas para destruir." (Génesis 9:15).
Desde ese momento, la lluvia se convirtió en un símbolo de bendición en la Biblia: "Os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Malaquías 3:10).
¿Tienes miedo de que el sufrimiento del pasado vuelva a aparecer?.
Tranquilo, persevera en tu camino con el Señor, quien prometió: "Nunca más". Cuando Dios usa algún suceso de tu vida -el cual podría haberte destruído- para desarrollar tu carácter, miras hacia atrás y puedes decir con el salmista:
 "Me hizo bien haber sido afligido, porque así llegué a conocer tus decretos" (Salmo 119:71).

Sin tribulaciones, no podrías haber aprendido ciertas cosas: por ejemplo, que las presiones pueden crear en ti una pasión para buscar más intensamente a Dios; o el poder de tus oraciones; o cómo Dios puede actuar en medio de la adversidad; o que cuando te vio llorar, tus lágrimas le fueron tan preciosas que las recogió y guardó en su redoma (véase Salmo 56:8); o que el ángel del Señor te protegió cuando el enemigo quería derribarte (véase Salmo 34:7); o que Dios no necesito a nadie para apoyarte y bendecirte, y te sacó de aquella situación difícil; y todo porque vio el arcoíris y se acordó de su promesa.

¿Qué haces haciendo de maestro?

Cuando intentamos seguir los caminos del Señor, nos exponemos, muchas veces sin ser conscientes, a multitud de obstáculos, y algunos de ellos son muy difíciles de detectar.
Uno de los obstáculos que, apenas sin darnos cuenta, pueden ser piedra de tropiezo para cada uno de nosotros es la soberbia, y es que cuando aconsejamos a un hermano acerca de cuál es el camino que debe seguir, o le hablamos acerca de la palabra, debemos hacerlo con un espíritu de humildad, mirándole a los ojos, y con mucho amor, de lo contrario, quizás el consejo se convierta en "dar una lección", como si nosotros fuésemos unos maestros.
 La Palabra nos advierte de ello:

"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación." (Santiago 3:1)

Que nuestros consejos y reflexiones para con nuestros hermanos, no se conviertan en lecciones, como si fuésemos maestros, ya que el ser maestro y enseñar, no depende del "querer ser maestro" de cada uno, sino que el enseñar es un don celestial, y unicamente puede ser dado por el poder del Espíritu Santo:
"Tenemos pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría." (Romanos 12:6-8)

Cada vez que des un consejo, asegúrate de que lo dices con humildad, de que no buscas tener razón, sino que hablas conforme a la Palabra y de acuerdo a la Palabra.
 Y si cuando das un consejo, te das cuenta de que estás actuando conforme a tu voluntad y con tus palabras, tratando de convencer al hermano, en vez de aconsejándolo, arrepiéntete ante el Señor, ya que has caído en la tentación de "querer ser maestro", te has enaltecido, y arrepintiéndote, podrás volverte a levantar.

Dios es el único digno de gloria, dejemos que Él, mediante su Palabra, guie nuestros caminos, y  no nosotros mismos, con nuestra interpretación de la Palabra y nuestras opiniones. No nos hagamos maestros, quizás no sea nuestro don.