Cuando intentamos seguir los caminos del Señor, nos exponemos, muchas veces sin ser conscientes, a multitud de obstáculos, y algunos de ellos son muy difíciles de detectar.
Uno de los obstáculos que, apenas sin darnos cuenta, pueden ser piedra de tropiezo para cada uno de nosotros es la soberbia, y es que cuando aconsejamos a un hermano acerca de cuál es el camino que debe seguir, o le hablamos acerca de la palabra, debemos hacerlo con un espíritu de humildad, mirándole a los ojos, y con mucho amor, de lo contrario, quizás el consejo se convierta en "dar una lección", como si nosotros fuésemos unos maestros.
La Palabra nos advierte de ello:
"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación." (Santiago 3:1)
Que nuestros consejos y reflexiones para con nuestros hermanos, no se conviertan en lecciones, como si fuésemos maestros, ya que el ser maestro y enseñar, no depende del "querer ser maestro" de cada uno, sino que el enseñar es un don celestial, y unicamente puede ser dado por el poder del Espíritu Santo:
"Tenemos pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría." (Romanos 12:6-8)
Cada vez que des un consejo, asegúrate de que lo dices con humildad, de que no buscas tener razón, sino que hablas conforme a la Palabra y de acuerdo a la Palabra.
Y si cuando das un consejo, te das cuenta de que estás actuando conforme a tu voluntad y con tus palabras, tratando de convencer al hermano, en vez de aconsejándolo, arrepiéntete ante el Señor, ya que has caído en la tentación de "querer ser maestro", te has enaltecido, y arrepintiéndote, podrás volverte a levantar.
Dios es el único digno de gloria, dejemos que Él, mediante su Palabra, guie nuestros caminos, y no nosotros mismos, con nuestra interpretación de la Palabra y nuestras opiniones. No nos hagamos maestros, quizás no sea nuestro don.
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