"Yo, pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de toda vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportandoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y padre de todos, es cual es sobre todos, y por todos, y en todos." (Efesios 4:1-6)
Pablo resalta algunas realidades que deben ser evidenciadas en la práctica y que nos ayudarán a vivir, promover, fomentar y profundizar en la unidad en Cristo. Aquí comienza el apóstol y aquí es donde también nosotros debemos comenzar. Con cualidades morales y espirituales.
La primera cualidad que hallamos es la HUMILDAD.
Nuevamente, el apóstol presentaría el ejemplo supremo de Cristo. (Filipenses 2:3-5: "nada hagais por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad.... no mirando cada uno por lo suyo propio, sino también por lo de los otros. Haya pues, en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús"). Mansos y humildes de mente y de corazón, no sólo en apariencia.
Una genuina humildad que sabe colocar a Dios y a las personas en su lugar es esencial para la unidad. Detrás de cada discordia anida la carnalidad, consciente o inconscientemente, mientras que el gran secreto de la concordia es la humildad. No resulta difícil comprobarlo: la gente que nos gusta de manera inmediata e instintiva, y con la que resulta fácil llevarse bien y estar a gusto, es aquella que brinda respeto por los demás.
¡Que Dios nos libre de todo afán de protagonismo!. No tenemos ninguna necesidad de compararnos con los demás, demostrar superioridad, impresionar o competir con otros.
Eso no significa no darnos cuenta de los dones y capacidades de cada cual para ocupar responsabilidades concretas, sino valorar y amar al hermano-hermana, por quien también derramó su sangre el Señor Jesús.
Unida a la humildad está la MANSEDUMBRE, que como la humildad no es sinónimo de debilidad. A veces hay quien confunde la mansedumbre, la amabilidad y la bondad con debilidad o apocamiento.
Están profundamente equivocados. Por el contrario, es la gentileza del que ama, busca crear ambientes saludables y tiene dominio de sí mismo y voluntariamente es servidor de los demás.
(2 Timoteo 1:7 "porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio"). Tal creyente no se empeña en hacer valer siempre sus derechos.
Hay grandeza y profundidad espiritual en el discípulo de Jesús que es capaz de guardarse tantas veces sus razones y derechos personales en el bolsillo para que haya bendición de Dios para la comunidad. Somos lo que somos y lo que llegaremos a ser por la pura gracia de Dios.
Humildad y mansedumbre: cuidado con los fondos, pero también con las formas. Es importante. Humildad, mansedumbre y valentía para reconocer los propios errores (Salmo 19:12). No resulta fácil decir: "pues, ¿sabes?, creo que tienes razón. Gracias por hacerme ver que estaba equivocado". La historia nos recuerda que en una ocasión Oliver Cromwell, ante un grupo de opositores, sin poder aguantar más, les dijo: "¿Podeis aceptar y reconocer, aunque sea por una sola vez y en un solo asunto que podeis estar equivocados?". ¡Cuanto nos cuesta, ¿verdad?
Video: Mansedumbre y Humildad
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