(Texto extraído de: Boletín semanal de la Iglesia Evangélica)
"Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra." (2ª Corintios 9:8)
A veces me pregunto si nos paramos a considerar el significado súper excelente de una vida arraigada en Dios. Para mí significa nada menos que el origen y la razón de todas las cosas; las pequeñas y las grandes, en el universo extraordinario e intangible de nuestra espiritualidad, que es la parte primordial del cristiano.
Dios es amor, y el amor es vida, la belleza, la bondad, la amistad y el servicio. Y todo por Él y para Él. Todo es mantenido, equilibrado y relacionado por Él y con Él; la vida humana dentro de la vida divina. Esto significa que todo lo que nos venga de la mano de Dios se conducirá conforme a Su voluntad.
Los períodos de "crucifixión íntima" nos muestran que Dios quiere enseñarnos a caminar por fe, y no por nuestros impulsos emocionales. En un tiempo así tuvo que ajustar Job todas las circunstacias de su vida al Señor para que fuese Él directamente quién le orientase en aquella situacion tan extrema por la que tuvo que atravesar.
Y fue después de aquel tiempo tan dilatado de sufrimiento, como pudo proclamar aquellas palabras tan llenas de confianza en Su Señor, diciendo:
"De oídas te conocía....., ¡mas ahora mis ojos te ven!" (Job 42.5)
Dios nos devuelve todas las cosas con Él, acrecentadas, después de esos períodos de tormento, y podemos verlo y oírlo todo de una manera nueva, más realista y diáfana; a la luz de la auténtica belleza que esconde el cielo y la tierra de Dios.
Y podemos percibir una nueva perspectiva, una nueva visión de los problemas cotidianos, que nos hacen entender que los que a Dios aman, "todas las cosas les ayudan a bien". Esto es así, gracias a la victoria que obtenemos sobre nuestro propio egoísmo en esos períodos de aparente oscuridad.
De un modo maravilloso, a veces difícil de explicar, todo lo que nos había sido tomado, no solo nos es restituído, sino, además, restaurado, iluminado con mayores y nuevos privilegios.
"Despues de superada cada amarga experiencia, habiendo confiado en Ti, oh mi Dios, lo encuentro todo... ¡Y más que todo!. La paz que empecé a gozar en Ti, era completamente santa; celestial e indescriptible".
En otras etapas de mi vida espiritual, había tenido consolación, paz y perdón de Dios. Pero ahora tengo al propio Dador de esos dones; no solamente la consolación, sino al Dios de la consolación; no simplemente la paz, ¡sino al propio Dios de la Paz!
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